¿Qué está matando a los trabajadores?

En los seis primeros meses de este año ya han muerto en España 400 trabajadores. Con ese dato en la mano, el Ministerio de Trabajo e Inmigración saca pecho y anuncia por megafonía que se trata de un 26,2% menos que el año pasado. Al oírlo no puedo evitar una punzada en el plexo social. Entre otras cosas, señores estadísticos, hay menos muertos porque la crisis ha parado muchas obras y ha cerrado muchas empresas.

En cualquier caso, acepto que hay profesiones en las que el riesgo es algo inherente. Andar a un montón de metros de altura sobre andamios y tejados, manejar herramientas cortantes, manipular cargas y sustancias peligrosas, trabajar en zonas por las que se mueven vehículos… Comprendo que hay un potencial de riesgo mayor.
¿Pero cómo se asumen 400 muertos… en sólo seis meses? ¿Qué está matando a nuestros trabajadores? ¿Qué nos ha dejado además en sólo medio año un rastro de 338.944 accidentes con baja y 9.189 nuevos casos de enfermedad profesional?
Pues tengo la respuesta clarísima: la desidia, la dejadez. No falta tampoco algo de ignorancia, de egoísmo, de ambición y de irresponsabilidad.

En este tema, no lo olvidemos, la culpa es de todos: de las autoridades laborales, que no exigen con eficacia el cumplimiento de las leyes y no movilizan suficientes equipos de inspección para desarrollar las acciones preventivas y coercitivas. De las empresas, que a veces eluden sus obligaciones en materia de formación, de equipamiento de seguridad y de exigencia a la hora de usar ese equipamiento. Pero también es culpa de los propios trabajadores que, ignorando el peligro, se niegan a ponerse arneses, cascos, gafas, protectores auditivos, zapatos de seguridad, mascarillas y tantos otros equipos imprescindibles para alejar el riesgo de accidente.
Quién no ha oído en los corrillos de obra frases como “A mí que me va a pasar”, “eso es para novatos”, “ya tengo yo cuidado”, “Pues no llevo yo años en esto”, o “Que no me pongo ese cacharro, que da calor”.
Creo que merece la pena pensar detenidamente en todo esto; en por qué hay tantos accidentes, en qué podemos hacer cada uno de nosotros para evitarlos. Quizá ha llegado el momento de perder la vergüenza y acercarse al compañero de trabajo imprudente para exigirle que emplee los equipos de seguridad.
Y, aunque sea lo menos importante dentro del espíritu de este comentario, quiero recordar también que los accidentes laborales tienen un costo económico enorme para el accidentado, para su empresa y para el país.
Es hora de ponerse las pilas. Por lógica, por responsabilidad, por egoísmo, por lo que ustedes quieran.
La siniestralidad laboral española es vergonzosa e inadmisible para un país que aspira a estar presente, por derecho propio, en los foros internacionales.

La foto la tomé hace unos días en mi propio barrio. El operario que aparece en ella se dedica a cortar a medida trozos de bordillo de granito con una radial y, aunque sí usa cascos para el ruido, no lleva mascarilla, pasando horas sumergido en una nube de polvo mineral que un día colapsará sus pulmones. A eso me refiero cuando hablo de dejadez.

~ por kalicom en 23 agosto 2009.