Las máquinas «sopladoras» son muy peligrosas

Estos últimos días venimos sufriendo los efectos de una masa de polvo africano en suspensión que afecta seriamente a la calidad del aire que respiramos. Pero bueno, finalmente, se trata de un problema inevitable, ya que depende de fenómenos naturales. Sin embargo ¿Sabes que, a diario, en las calles de nuestras ciudades hay personas que levantan nubes de polvo del suelo cargadas de partículas, hongos, alérgenos, bacterias, residuos infecciosos, hidrocarburos generados por los motores de los coches y, por supuesto, también coronavirus?

Ocurre, sencillamente, porque muchos ayuntamientos de este país han decidido en los últimos años equipar a sus barrenderos, en vez de con las viejas escobas de toda la vida, con máquinas “sopladoras” que, lanzando un chorro de aire a casi 200 kilómetros por hora, arramblan con todos los materiales ligeros que encuentran a su paso.

Y claro, el problema es que esas máquinas, cuando soplan tratando de reunir las hojas que han caído de los árboles o cuando intentan agrupar residuos de cualquier tipo, lo único que consiguen es levantar una nube de fino polvo que genera un efecto aerosol mecánicamente potenciado… ¿De locos verdad? 

Las sopladoras generan nubes de polvo que contiene todo tipo de sustancias nocivas para la salud.

Lo cierto es que los neumólogos ya llevan tiempo advirtiendo de los peligros de este sistema de limpieza, pero al parecer para algunos ayuntamiento priman otros criterios sobre los de la seguridad y la salud de los ciudadanos, porque de otro modo no se explica que se empeñen en utilizar las sopladoras como herramientas de limpieza sabiendo que son muy peligrosas para la salud de las personas, que tienen que respirar las partículas levantadas por ellas, a lo que podemos añadir la contaminación acústica que producen, que puede alcanzar los casi cien decibelios. 

El polvo inhalado que generan las sopladoras termina siendo respirado y llega, a través de la tráquea, a los alveolos pulmonares, creando graves problemas en el sistema respiratorio y entrando incluso en los glóbulos rojos que luego reparten estos elementos nocivos por todo el cuerpo. No olvidemos igualmente que todo ese polvo en suspensión termina también en los ojos, provocando irritaciones y reacciones alérgicas.

Pero no son sólo las personas las que sufren los efectos de las peligrosas sopladoras: cuando éstas funcionan en parques y jardines, su paso causa verdaderos estragos en la micro fauna y en la biodiversidad, porque todo salta literalmente por lo aires, se altera el ciclo natural de pequeños insectos como arañas u hormigas; se asustan con el estridente ronquido de su motor ratones, ardillas, gatos y perros, y se  destrozan ecosistemas como las zonas de musgo, hierba, césped o flores, que son arrancados por la fuerza arrolladora del soplido de la máquina.

Pero sí hay soluciones

Las sopladoras sin duda aceleran las labores de barrido urbano pero, como ya hemos comentado, lo hacen a costa de la salud de las personas, los animales y los ecosistemas. 

De lo que se trata es de reunir la basura y ponerla a disposición de los vehículos barredores y aquí es donde los ayuntamientos que no quieren pararse a pensar, insisten en que la única manera de sacar la basura de debajo de los coches es con las sopladoras, pero eso no es verdad; ya hay muchos municipios que para desplazar esa basura al centro de la calzada, donde puede trabajar con ella la barredora, emplean chorros de agua, no de aire; además, las ciudades más avanzadas en este tema ya han sustituido las sopladoras por aspiradoras eléctricas individuales que pueden ser manejadas por un solo operario y que eliminan todos los residuos del suelo sin levantar una gota de polvo.

Parece que algunos ayuntamientos no quieren entender el verdadero alcance del problema y hacen alarde de que han cambiado las sopladoras con motor de gasolina por sopladoras eléctricas. Con ello es cierto que evitan la emisión de los gases de combustión y reducen la contaminación acústica, pero dejan sin resolver el problema principal que es la proyección de una “onda de polvo” en el aire, con todos los inconvenientes que ello comporta y que ya hemos apuntado.

Ya sé que los ayuntamientos intentan optimizar sus plantillas de limpieza y sus tiempos de actuación, pero desde luego la solución -no lo duden- no está en “soplar” sino en “aspirar”, no está en lanzar el polvo por el aire sino en humedecerlo y recogerlo.

La solución es sustituir las sopladoras por aspiradoras eléctricas como esta.

Si a ello añadimos la falta de sensibilidad, de formación, de información o de destreza de algunos empleados de limpieza, la cosa se complica. Muy recientemente he presenciado en las calles de mi barrio cómo un empleado con su sopladora de gasolina, levantaba una nube impresionante que envolvía a los viandantes sin el menor cuidado ni la menor consideración. Me parece inaceptable. Además, no olvidemos que los primeros perjudicados por esta contaminación ambiental son los propios barrenderos, que avanzan envueltos en una nube contaminada y contaminante, y muchas veces sin llevar una mascarilla adecuada.

Quizá tengamos que recuperar la escoba, el rastrillo y la manguera de toda la vida, como cuando se baldeaban las calles, las ceras estaban más limpias y el aseo de los espacios urbanos se hacía con mimo, sin prisa, con minuciosidad y buen criterio. Además, obviamente, lo suyo es acceder a tecnologías modernas de aspiración, silenciosas y limpias. Lo que no podemos es seguir cambiando el polvo de sitio como con los viejos plumeros, propagando enfermedades y destrozando el medio ambiente.

No a las sopladoras, ni a las de gasolina ni a las eléctricas, porque son desagradables, porque son peligrosas y porque la higiene pública y la salud ciudadana merecen soluciones más inteligentes y avanzadas.

~ por kalicom en 3 marzo 2021.

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