¿Qué se comía en tiempos de los faraones?

Las dos primeras grandes civilizaciones, Mesopotamia y Egipto, tienen en común algo fundamental: ambas se desarrollaron en las cuencas de importantes ríos.

El Tigris y el Éufrates, bañaban y fertilizaban las tierras de lo que hoy es Irak y el norte de Siria; lo que en tiempos históricos se llamó Mesopotamia. Egipto, por su parte, contaba con el Nilo, el gran río, el más largo del mundo, con 6.650 km, que discurre a través de África hasta morir en el Mediterráneo. Quizá por ello, ambas civilizaciones han recibido el calificativo de “fluviales”.

Cronológicamente, la primera fue Mesopotamia, en la que los sumerios crearon la que se considera “cuna de la civilización”, que florecería entre el 4.100 y el 1.750 a.C. En cuanto a Egipto, arrancó algo más tarde, en el 3.200 a.C. y se mantuvo hasta el 31 a.C.

Ambas dependieron absolutamente del agua de sus ríos, que les proporcionaban limos fértiles con los que se enriquecían los campos de las riberas en las épocas de crecida, permitiendo que se desarrollase una cultura agraria sólida, rica y estable.

De hecho, los egipcios llamaban a su país “Kemet”, es decir, “tierra negra”, porque negro era el color del limo que traía el Nilo. El resto del territorio era “tierra roja”, el desierto ardiente en el que nada podía cultivarse y en el que nadie podía vivir, excepto algunas pequeñas tribus nómadas.

¿Qué comían los egipcios?

La comida tenía tanta importancia para ellos, que no sólo la incluían en el ajuar funerario de sus difuntos, sino que la representaban profusamente en los frescos de sus tumbas y templos, con escenas de la vida diaria, de las labores del campo, de la pesca y la caza, de la fabricación de los productos básicos, e incluso de los grandes banquetes en los que corría el alcohol, se bailaba y se servían multitud de platos.

Empecemos diciendo que Egipto era un pueblo de agricultores que dependía absolutamente de las crecidas del Nilo, cuyas aguas enriquecían las tierras de ambas orillas. La estación en la que se inundaban las riberas del gran río la llamaban Akhet, que comenzaba después del solsticio de verano y duraba cien días. La fecha de la inundación podía variar hasta treinta días entre el Alto Egipto y el Delta.

A Akhet le seguía la estación de Peret, que era en la que las aguas bajaban y se podía sembrar, de noviembre a febrero. Finalmente venía la estación seca, que llamaban Shemu, es decir, la sequía. La recolección se efectuaba entre abril y mayo.

En las ilustraciones que aparecen en las tumbas, los agricultores, con un pequeño arado que se iría perfeccionando con los años, preparaban el campo unciéndole un par de vacas, ya que los bueyes estaban reservados para el transporte de los bloques de piedra que se empleaban en las construcciones.

Seguidamente, el agricultor esparcía las semillas que llevaba en un cesto que colgaba de su cuello para cubrirlas luego con tierra, empleando para ello una azada de madera. Cuando las espigas crecían y maduraban, se segaban con hoces: se agarraban los tallos con la mano izquierda y con la derecha se cortaban, bastante cerca de la espiga, que se dejaba caer al suelo. Después, las espigas se ataban en gavillas y se metían en cestos, que eran llevados en burro a la era. Allí se aventaban, separando el grano de la paja.

Dice un antiguo mito que la diosa Isis fue la que enseño a los hombres a cultivar y recolectar el trigo y la cebada. El trigo de entonces era de la variedad “escanda”, de paja corta y dura, en la que el grano se separaba con dificultad del cascabillo. Además del trigo cultivaban el “durah”, que era una especie de mijo.

En tiempos remotos el grano se guardaba en silos excavados en la tierra, cubiertos de esteras. Más adelante se construyeron graneros de ladrillo que tenían departamentos estrechos, altos, abovedados y sin comunicación entre sí. Por arriba se metía el grano y se sacaba por un agujero que había abajo, cerca del suelo. La mayoría de los graneros eran propiedad del faraón y de los templos, y los escribanos llevaban un riguroso control de las cantidades de grano depositadas. Un granero bien surtido era símbolo de riqueza y la garantía de que habría con qué superar los períodos de escasez.

Como vemos, Egipto era un país básicamente agrario, y absolutamente dependiente del Nilo. De hecho, se cree que esta gran civilización desapareció como consecuencia de un largo y dramático período de sequía que empobreció y desestabilizó la zona, propiciando la caída de sus últimos gobernantes.

El pan, un alimento esencial

Fue precisamente en el antiguo Egipto donde nació y se popularizó el pan; al menos el pan tal y como lo entendemos en nuestros días.

En la alimentación de los egipcios el pan tenía un papel esencial. De hecho, los egipcios carecían de otros alimentos ricos en hidratos de carbono como las patatas o el arroz, así que el pan era básico en su dieta. Comían grandes cantidades de pan y lo hacían todas las clases sociales. En el idioma egipcio había más de quince palabras para designar los distintos tipos de pan y en el Imperio Nuevo llegó a haber hasta cuarenta palabras distintas con este cometido.

Tradicionalmente el grano era machacado por las mujeres de la casa. Para ello se inclinaban sobre muelas ligeramente cóncavas hasta obtener la harina. Normalmente la tarea se hacía de rodillas para poder ejercer más fuerza con la parte superior del cuerpo. Era una labor agotadora que se repetía cada dos o tres días con el fin de obtener la harina necesaria para dar de comer a la familia.

El grano se extendía sobre la muela y se trituraba con un rodillo de piedra o un almirez que se mojaban de vez en cuando. El resultado era una harina relativamente gruesa, basta, mezclada con salvado, polvo e incluso pedacitos de arena. Para amasarla se le añadía agua y un trozo de masa guardada del día anterior que hacía las veces de levadura. Con dicha masa se preparaban panes o galletas redondas de un dedo de grosor y algo menos de un palmo de diámetro, que se cocían sobre piedras cubiertas de cenizas.

Este pan, que era escaso en levadura y habitualmente estaba poco cocido, tenía un sabor ácido, y las impurezas sólidas que contenía, provocaban el desgaste acelerado de la dentadura. Para darle sabor al pan se le añadían sal y otros condimentos. Y con grasa y huevos se preparaban tortas muy sabrosas. Las había dulces, hechas con miel, frutas secas, dátiles, almendras y piñones triturados. Era muy común hacer panes de forma cónica. Por supuesto, en casa de los ricos se servían diferentes especialidades de pan que variaban según el grano, los aditamentos y la forma de cocción de la masa.

Por cierto, en lo que respecta a la sal, hay que indicar que la sal marina se consideraba impura, ya que provenía de los dominios de Seth, dios del caos. Por eso se empleaba sal mineral que se obtenía en los oasis de Siwa y en diversos depósitos salinos.

Otros vegetales

Además de los cereales, en la agricultura del Egipto antiguo también se cultivaban cebollas, ajos, pepinos, puerros, rábanos, lechugas, habas, berenjenas, altramuces, garbanzos y lentejas.

Los egipcios solían comer las verduras crudas, pero algunas, como los garbanzos y las lentejas, las hervían y después las mezclaban con ajo y aceite, para convertirlas en un puré que untaban en un trozo de pan. Incluso hacían recetas que además llevaban cebolla picada y huevo.

La reina de la cocina, sobre todo de la de los pobres, era la cebolla. Pero también era muy importante el ajo que, además de servir para sazonar, también era empleado en diversas recetas medicinales. Los sacerdotes, por ejemplo, de vez en cuando se sometían a una “limpieza” interior mediante la ingestión de ajos.

Los egipcios tenían excelentes conocimientos de botánica y usaron muchas sustancias como el opio, la genciana, el aceite de ricino y el cólchico que, aunque es muy tóxico, en pequeñas cantidades se emplea en la farmacopea. Asimismo recogían distintas clases de hongos, pero eran un manjar reservado a las mesas de los poderosos. Obviamente conocían las aceitunas y el aceite de oliva, que se usaba para cocinar, pero estos productos inicialmente los importaban de Siria ya que el olivo no se implantó en Egipto hasta la XVIII dinastía.

En el país sí se extraía aceite del lino, de la moringa oleífera, del ricino y, más tarde, de las semillas de sésamo, de las que se sacaba un aceite muy apreciado. Del loto, cosechaban un fruto con una semilla del tamaño de un hueso de aceituna, que llamaban el “haba de Egipto” y que era comestible.

Abundaban las frutas en su cocina, sobre todo en casa de los ricos. Manzanas, granadas, higos, uvas, melocotones y melones. Calmaban la sed con un fruto llamado azufaifa. Todas estas frutas se comían crudas, se hacían en zumos o se preparaban en confitura.

Capítulo aparte merecen los dátiles, que se obtenían de la palmera datilera de la variedad “dum”, que daba muchos frutos, bastante grandes y muy apreciados. En los jardines de las familias pudientes se cultivaba una palmera traída de Nubia cuyo fruto contenía una especie de leche azucarada que consideraban una auténtica delicatessen.

Los huevos, la miel y la leche

Los egipcios criaban aves domésticas que, además de su carne, les proporcionaban huevos; también recolectaban los de las aves silvestres. En cuanto a la miel, era un producto muy apreciado, no sólo para tomarla directamente, sino también como condimento para endulzar distintas comidas, ya que no conocían el azúcar.

Las colmenas de los egipcios eran una especie de ollas de arcilla, aunque también se hacían con juncos entrelazados y amalgamados con limo, formando una especie de  tubos.

La leche la tomaban al natural, aunque también les encantaba beberla agria. Lógicamente elaboraban derivados como la manteca y el queso. No consumían sólo leche de vaca, sino que ordeñaban también a las cabras y las ovejas.

El pescado, un deporte, una profesión y una afición

El pescado era un alimento popular y económico. El Nilo se encargaba de proveer en abundancia estas excelentes proteínas que entraban hasta en las casas más pobres. Casi todo el mundo pescaba para comer, pero había pescadores profesionales que trabajaban con redes y que, una vez sacado el pescado del agua, lo abrían y lo destripaban. Los nobles eran aficionados a la pesca como deporte, que practicaban a bordo de esquifes en aguas del río. Las capturas más apreciadas eran las percas, aunque también picaban carpas, anguilas, lucios o lampreas. En la zona del Delta había una abundancia mayor de capturas por la proximidad del mar.

Se comía tanto asado como hervido pero, con frecuencia, se dejaba secar al aire libre después de haberlo espolvoreado con sal. De esta receta resultaba un pescado de sabor algo desagradable y de olor áspero y penetrante, que además se estropeaba con facilidad.

Por cierto, los sacerdotes tenían prohibido comer pescado ya que lo consideraban un alimento impuro.

Las aves… Un lujo para ricos

En la dieta egipcia había un producto que era más apreciado que el pescado, que era la carne de ave. Ciertamente era un lujo, habitualmente reservado a los ricos, el servir platos como gansos, patos, codornices, perdices o palomas silvestres, que se cazaban con redes y con trampas. Las que no se comían de inmediato eran conservadas en salazón, en grandes jarras cónicas fabricadas especialmente para ello. Cuando ya se iban a consumir, se desalaban con agua limpia y después se servían directamente, sin cocinar o, si acaso, se guisaban con una salsa. El pato asado era, probablemente, el ave predilecta de los antiguos egipcios, aunque igualmente tenían mucho éxito el ganso asado con higos y las codornices cocidas en miel y leche de cabra.

Los nobles de aquella época también cazaban aves en los pantanos de papiros que había a las orillas del Nilo, para lo que les lanzaban una especie de bumerangs, con los que golpeaban a las presas en vuelo. Se trata de un arma que ya era conocida desde tiempos prehistóricos pero que siguió siendo utilizada durante milenios.

La caza y la ganadería

Y ya que hablamos de caza diremos que la carne de los animales salvajes que habitaban las montañas y los desiertos cercanos era muy apreciada entre las clases altas: gacelas, antílopes, oryx (antílope blanco) y otras piezas de caza mayor.

La técnica de la caza consistía en agrupar a los animales, arrinconándolos con jaurías de perros, de chacales o de perros lobos, y luego abatirlos con flechas, aunque algunos preferían cazarlos a lazo. Había animales que eran capturados vivos para poder exhibirlos en los jardines de las mansiones.

La fauna salvaje de la zona era realmente rica, y no faltaban los elefantes, jirafas, leones, panteras, leopardos, guepardos, chacales y linces, además de simios como el papión o el cercopiteco.

Los egipcios adoptaron los caballos de los hicsos al final del segundo período intermedio, y los criaban en establos reservados al rey y a los altos funcionarios, que los amaestraban para la caza y para la guerra. Los burros eran básicamente los animales de carga y, durante mucho tiempo, fueron el único medio de transporte. Los camellos no se domesticaron hasta bastante más tarde.

En el río se practicaba también la caza del hipopótamo, que resultaba bastante peligrosa; pero aceptaban el riesgo porque les encantaba la carne tierna y grasa de estos grandes animales, además de sus vísceras y sus tuétanos.

Todas estas carnes se podían comer asadas, cocidas, curadas en salmuera, ahumadas o secadas al sol.

Pero no sólo se comían animales salvajes, también practicaban la ganadería porque, especialmente las clases pudientes, apreciaban mucho las carnes rojas. Desde los tiempos prehistóricos habían comido bueyes, carneros, cabras y cerdos. Y en el Egipto antiguo se consumían las tres primeras, aunque no la de cerdo, que era considerado un animal impuro. Eso no impedía que, ocasionalmente, se ofrecieran cerdos en sacrificio y su carne fuera consumida, especialmente por las clases bajas.

La gente común sólo comía carne en las celebraciones, en las que se sacrificaba un cordero o una cabra, que se repartía entre la familia y los amigos. Desde luego la carne de buey era un manjar reservado exclusivamente para los ricos. Y eran fuente de proteína para la población los patos, los gansos, las grulla, las codornices y las gallinas, además de sus huevos que sí consumía la gente corriente, al igual que el pescado.

Bebidas: la cerveza y el vino

Los egipcios antiguos no le hacían ascos a las bebidas alcohólicas; de hecho bebían cerveza, mucha cerveza, vino y aguardiente de palma (shodú). Desde luego, la bebida del pueblo por excelencia era una cerveza, que se fabricaba macerando cebada en un recipiente con agua, en el que se introducía también miga de pan fermentada, que hacía el papel de levadura. Era una cerveza que se agriaba enseguida, así que le añadían una infusión de altramuces que, aunque le aportaba un cierto toque amargo, evitaba que se estropease.

Aquella cerveza no tiene nada que ver con la que conocemos hoy; tenía muchas impurezas flotando, así que frecuentemente la tomaban con una pajita que llevaba incorporado una especie de filtro. Se trataba de una bebida más nutritiva que alcohólica y su fabricación, igual que la del pan, estaba reservada a las mujeres.

Había una cerveza de mijo, que era espesa y terrosa, y algunas variedades estaban aromatizadas con especias. Los egipcios empezaban a beber cerveza en el desayuno y seguían bebiéndola en la comida, cuando iban a trabajar al campo o cuando pasaban por la taberna. Por supuesto la cerveza no faltaba en las ofrendas a los dioses y a los difuntos.

El vino también se conocía desde la antigüedad más remota. La vid se cultivaba principalmente en la región del delta. Los egipcios ricos la plantaban incluso en sus jardines, formando emparrados, y los esclavos de la finca procedían a vendimiarla: recogían los racimos y los llevaban en canastos para luego pisarlos en sacos de tela gruesa dentro de tinas de piedra. El resultado era un vino azucarado y denso que se avinagraba fácilmente, por lo que se le añadía un poco del jugo resinoso que se extrae del pino albar. Después se almacenaba en grandes ánforas, que eran puntiagudas por abajo y tenían dos asas. Para sellarlas se empleaba un tapón de arcilla en el que iba impreso el nombre del propietario o el del faraón de turno, además del año, la procedencia y la clase de vino. Había muchas variedades de vinos, tanto blancos como tintos, hechos con uvas traídas de Pelusa, de Mareotis, de Siena o de los oasis… Los vinos blancos egipcios llegaron a tener cierta fama en el mundo clásico mediterráneo. Los egipcios importaban vinos de Siria, de Palestina y, tiempo más tarde, de Grecia. Lo cierto es que el vino estaba prácticamente reservado para las clases superiores.

Su producción llegó a ser prácticamente monopolizada por la clase sacerdotal. El vino se convirtió incluso en una apreciada mercancía de trueque y con él se pagaban tributos e impuestos. Especialmente apreciados por su alta calidad eran los vinos tinitas de Nutirka y los de las viñas de Ramsés II.

Cómo se comía en las orillas del Nilo

Desgraciadamente, aunque los egipcios redactaron textos religiosos, matemáticos, médicos, literarios o administrativos, lo que no nos han dejado es ningún recetario de cocina que nos permita deleitarnos con sus platos favoritos.

Lo que sí sabemos es que comían tres veces al día y usando las manos. El desayuno no era demasiado abundante, luego estaba el almuerzo, que solía tomarse en el campo, mientras se faenaba, y se componía de carne fría, pan, cerveza y cebollas. Los obreros se alimentaban básicamente de pan y cerveza: tres o cuatro panes diarios, acompañados con dos jarras de cerveza y, por supuesto, cebollas. La comida principal se tomaba por la tarde; esta cena se hacía en familia o con amigos. Los comensales usaban asientos que inicialmente no tenían respaldo, aunque lo fueron incorporando en épocas posteriores. Algunos, quizá de rango inferior, comían en cuclillas o sentados en esteras en el suelo. Las mesas eran pequeñas, con lo que se comía por parejas o individualmente. La vajilla era de arcilla o de piedra, y en casa de los ricos de pizarra o de alabastro. En épocas posteriores aparecerían las vajillas de oro y plata.

Para especiar los platos se usaban granos de anís, canela, clavo, cilantro, comino, hinojo, eneldo, mejorana, mostaza y tomillo. En lo que respecta a la pastelería, hacían pastas endulzadas con miel y aromatizadas con sésamo, anís o frutas.

Los egipcios antiguos cocinaban con carbón de madera y con leña. Sus cocinas eran pequeños hornillos móviles de terracota, de forma cilíndrica, abiertos por arriba y con una puertecita en la parte de abajo. En cuanto a la gente pobre, utilizaba marmitas rudimentarias que apoyaban sobre tres piedras.

En las fiestas del Imperio Antiguo, los comensales iban adornados con collares de bayas, apio y hierbas aromáticas; más adelante, en el Imperio Tebano, se colocaban en la cabeza bolitas perfumadas que poco a poco se iban fundiendo, y despedían un fuerte olor, refrescante y aromático. Flotaban en el aire los aromas a flores, incienso y mirra, acompañados por los sonidos de las arpas y las flautas. Todos los platos se servían a la vez y los invitados elegían a su gusto. En los grandes banquetes se comía en abundancia y se bebían grandes cantidades de vino y otras bebidas alcohólicas. Hombres y mujeres bebían y comían por igual. La patrona de los bebedores era la diosa Hathor, que presidía “la fiesta de la ebriedad” en Dandara, en la que además de ingerir mucho vino, se recitaban poesías eróticas.

Ya que estamos hablando de comer, conviene señalar aquí que los egipcios padecían una gran variedad de problemas dentales, entre los que el desgaste era uno de los más importantes. El origen de esta dolencia se halla no sólo en la dieta, que era rica en elementos duros y fibrosos, sino también en la costumbre que tenían de añadir “arena” al grano para molerlo más y mejor. En cuanto a la caries, se sabe que no era un problema muy frecuente en los primeros períodos. Pero con la llegada de los griegos a Egipto, en el siglo IV a.C., la cosa se complica, ya que se generaliza el empleo de granos fermentables (pan blanco) y de la miel. Entonces la caries se generaliza, sobre todo en las capas altas de la sociedad.

Se conservan recetas para tratar los problemas de dolor dental, como una que utiliza la corteza de sauce, que hoy sabemos que contiene salicina, una sustancia similar al ácido acetilsalicílico, que tiene efectos tanto analgésicos como anti inflamatorios. Por cierto, a los médicos les pagaba el Estado y la medicina, incluida la dental, era gratuita para la gente.  

Alimentos para el más allá

Los egipcios consideraban que el cuerpo humano estaba integrado por cinco componentes: el cuerpo (el contenedor de todo), el nombre (donde quedaba definido), la sombra (un elemento solar), el Ka (la energía vital) y el ba (la personalidad, el alma). Al morir, estos elementos se dispersaban aunque, gracias a los rituales de enterramiento, volvían a juntarse en el más allá. Pero para subsistir, el Ka necesita alimento diario. Por eso, desde épocas muy tempranas en las tumbas figuraban listas detalladas e imágenes, junto a las que aparece la fórmula mágica “Jetep di nesu” que hace referencia a las ofrendas, y que debía ser leída en voz alta por todo el que visitase la tumba, ya que en las creencias locales “lo leído cobraba vida”. De ese modo, el difunto recibía su alimento en el más allá, sin que fuera necesario hacer ofrendas físicas a diario. Por supuesto en el día del funeral y en ciertas ceremonias señaladas, las ofrendas de comida eran reales. De hecho, en algunas tumbas estas ofrendas han sido encontradas en muy buenas condiciones de conservación, lo que se ha producido por las peculiares condiciones climáticas de Egipto. El problema es que, con tanta sequedad ambiental, los alimentos que se han descubierto estaban petrificados y es muy difícil deducir cómo se cocinaron.

Pero lo cierto es que si a los vivos les gustaba comer y beber, los alimentos y las bebidas eran asimismo una ofrenda importante para los dioses y para los muertos. Con el paso del tiempo, los alimentos reales fueron sustituidos por representaciones esculpidas o pintadas. Los antiguos egipcios llegaron a alcanzar un alto grado de refinamiento en la cocina y en el servicio de los banquetes, convirtiendo esta actividad en algo digno del más allá.

~ por kalicom en 16 marzo 2024.

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