EL JUEGO DE LA OBSOLESCENCIA: POCOS AÑOS Y MUCHOS ENGAÑOS

Cuando un producto cae en desuso decimos que está obsoleto. Lo normal sería que esa obsolescencia se debiese a que lleva ya tantos años funcionando que ni siquiera hay piezas de recambio para repararlo. Pero no siempre es así.

Los productos también pueden caer en desuso porque hay avances tecnológicos, como pasó en su momento con las máquinas de escribir, que no pudieron resistir la irrupción de los ordenadores, o como ocurrió con los reproductores de cassettes, que fueron sustituidos irremediablemente por los lectores de discos CD y DVD.

La verdad es que el de la electrónica es un sector en el que la obsolescencia tiene mucho potencial: cambios en las características técnicas, incremento de los volúmenes de almacenamiento de información, aumento de la velocidad de procesamiento, mejora de las unidades de transporte de la información (discos, disquetes, cassettes, compactos CD y DVD, tarjetas de memoria…)

Hoy se da la paradoja de que, aunque estamos en condiciones de fabricar productos muy duraderos, nos encontramos con que existe una necesidad permanente de adquirir las tecnologías nuevas que se van desarrollando.

OBSOLESCENCIA PROGRAMADA

Eso trae aparejados multitud de problemas porque, si bien existe un trasvase de materiales tecnológicos del primero al tercer mundo, estamos generando millones y millones de toneladas de basura tecnológica, saturada de sustancias contaminantes, que acaba en vertederos africanos en los que no hay ningún control de los residuos.

El fenómeno de la obsolescencia afecta en la actualidad a campos tan insospechados como el de los productos inmobiliarios, porque los requerimientos de urgencia de ciertos programas de construcción llevan a la crear de edificios que, pasados unos años, empiezan a dar problemas que requieren importantes reformas o incluso tienen que ser clausurados o derribados.

Nosotros, como consumidores, tenemos mucho que decir en el tema de la obsolescencia, denunciando a las empresas y marcas que engañan, vetando sus productos y difundiendo por las redes los engaños que hemos constatado.

Es inaceptable tener que comprar productos que ya sabes que tienen una vida útil perfectamente calculada por el fabricante para que, cuando ésta transcurra, se estropeen irremediablemente y te veas obligado a hacer un gasto indeseado e indeseable.

Actualmente cobra más fuerza cada día la idea de que hay que evitar por todos los medios crear desechos que vayan a parar al medio ambiente, tanto si hablamos de alimentos, que además suponen un despilfarro indecente, como si nos referimos a muebles, aparatos, ropa, herramientas, juguetes, bombillas, pilas… y mil productos más.

Recuerdo que mis padres tenían una nevera eléctrica Westinghouse desde que se casaron. Cincuenta años después decidieron cambiarla, no porque se hubiera estropeado, que funcionaba perfectamente y jamás había tenido una avería, sino “porque era demasiado grande para el espacio de su cocina”. Aquel era un producto creado “para durar”.

Ahora las bombillas explotan cada dos por tres; los aparatos, aunque sean caros, empiezan a dar problemas demasiado pronto, los materiales de los que están hechas las cosas son más cutres, menos nobles: donde era acero ahora es aluminio, donde era cuero ahora es polipiel, donde era madera ahora es plástico, y donde era un plástico indestructible ahora es algo situado entre el plastiquillo y el cartoncillo.

A esto se une otro fenómeno: la falta de profesionales de la reparación. Hace ya bastantes años alguien me había regalado un bonito maletín de cuero, y como se le descosió la lengüeta de una hebilla me fui a un zapatero que, según recordaba yo, eran los que habían solucionado esos problemas toda la vida. El zapatero me miró, levanto una ceja, observó la lengüeta y negando repetidamente con la cabeza me soltó: “Puff esto ya no se lo va a hacer nadie, yo por lo menos no, es que no compensa el trabajo que lleva hacerlo.»

Lo mismo te pasa si quieres arreglar una radio o un viejo tocata, o cualquier otro aparato. Y ya no digo que te busquen una pieza “rara” y menos que te la hagan de artesanía, que eso ni me lo planteo, es que no se molestan en reparar nada; lo único que puedes pedir –en el mejor de los casos- es que te cambien el bloque, la pieza entera, la placa o lo que sea aquello en lo que está la avería.

El plan es fabricar mucho, vender mucho y tirar mucho, porque así funciona el capitalismo, así se logra un mercado sólido y dinámico. El consumo desaforado de recursos naturales y el incremento de la generación de desechos son problemas que… ¡Ya se verán más adelante!

Obsolescencia programada:

¿Por qué ocurre todo esto?… Porque cuando llegó el siglo XX los fabricantes empezaron a maquinar una maldad que se llama obsolescencia programada, que consiste en hacer cosas que duran menos, que tienen un ciclo de vida más corto… Cosas que se rompen y obligan a la gente a comprarse otro producto similar para sustituir al difunto.

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En ocasiones la obsolescencia programada se implementa incluso mediante sofisticadas tecnologías, como es el caso de las impresoras que, según mis noticias, llevan un chip específico para que, realizadas equis horas de trabajo, se “estropeen” o, para ser más preciso, dejen de funcionar. Hablamos por lo tanto de una obsolescencia fraudulenta, con engaño incorporado. Compramos productos con fecha de caducidad, condenados a estropearse y que haya que tirarlos… ¡Eso sí, en puntos limpios!

Obsolescencia percibida:

Es un tipo de obsolescencia inventada, inventada por líderes sociales, fabricantes y distribuidores; es lo que llamamos modas. Hoy resulta muy fácil practicarla gracias a que hay muchísimos medios de comunicación: la publicidad estática, la televisión, la radio, Internet, el cine, los medios de comunicación escrita, diversos eventos como festivales, salones, exposiciones y desfiles… Todos ellos tienen una única misión: hacer que te enamores de los productos que va ofreciendo el mercado, de tal manera que, aun estando casi nuevos los que ya tienes, los deseches para comprarte los novísimos… los últimos.

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Los profesionales de la obsolescencia percibida juegan con nuestra inconsciencia, con nuestro egoísmo infantil, con nuestro capricho, con nuestra “noveditis”

La finalidad de la obsolescencia percibida es que se considere que los productos están obsoletos aun cuando se encuentren en perfectas condiciones de uso y conservación. Las cosas ( máquinas, equipos, tecnologías…), simplemente caen en el olvido, ya no las queremos. No es que funcionen mal, es que dan menos rendimiento o tienen menos funciones que los nuevos equipos y tecnologías que en ese momento están saliendo a la calle… o eso nos parece, o eso queremos creer.

Un ordenador más rápido, un teléfono con más memoria o con una cámara de fotos más avanzada, todo puede ser objeto de la obsolescencia percibida.

La llegada de cada producto envejece automáticamente al anterior, aunque lo único que cambie sea la carcasa o unas lucecitas en una esquina; el caso es que, como nos convencen de que es un producto nuevo, lo percibimos como un producto mejor que debe sustituir al que tenemos.

Este tipo de obsolescencia es clásica en el mundo de la belleza, la ropa y los complementos: falda larga, falda mini, falda tubo, falda por encima de la rodilla… Abrigo con muchos botones, chaquetón, gabardina, gabán, cazadora deportiva…

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Bueno, se llama mundo de la moda, de lo que se lleva. Cada año tiene su moda, cada temporada tiene su estilo, y los “expertos” te convencerán de que lo que llevas está pasado aunque esté nuevo, y de que para ir “cool” tienes que comprar lo que hoy está llenando los escaparates.

El sector de los teléfonos móviles es un terreno abonado para la obsolescencia percibida. Las generaciones de modelos se suceden de forma vertiginosa y los fabricantes retienen sus avances para ir incorporándolos poco a poco.. Con la pantalla más grande, más largos, más anchos, más ligeros, flexibles, con más memoria, con mejor sonido, con una cámara de fotos más potente, con posibilidad multitarjeta… ¡Pero si hasta hay teléfonos Kosher! Y los enfermos de las novedades hacen colas de horas para disfrutar del efímero placer de tener entre sus manos el ultimísimo modelo… Hasta que aparezca el siguiente.

La obsolescencia percibida tiene mucho de psicológica, es una percepción inducida. Aquí los fabricantes se mueven vulnerando los límites de la honestidad porque hacen productos sencillos y baratos pero incompletos o con bajas prestaciones para, poco tiempo después, ofertar uno mejorado (que bien pudo haber comercializado desde el principio), y que lleva al cliente a comprar, dándose la chocante circunstancia de que, encima, tiene la percepción de que la marca que se lo está vendiendo es dinámica e innovadora. Finalmente todo es una simulación, un engaño, pero la mayoría entramos en el juego.

¿Cómo podemos defendernos?

La batalla entre los creadores de la obsolescencia y los usuarios es una lucha tremendamente desigual, pero es mejor hacer algo que dejarse arrastrar.

Lo primero que hay que plantearse es la reparación antes que la compra. Tenemos que alargar la vida útil de los aparatos y generar menos desechos, menos residuos. Sí, es cierto que cada día hay menos empresas dispuestas a reparar, pero esto es cuestión de oferta y demanda: si somos muchos los que exigimos reparaciones, no dudes de que aparecerán personas que las hagan.

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En cuanto a la obsolescencia percibida, hay que seguir pautas coherentes: piénsate bien si realmente necesitas el nuevo producto, porque puede que sólo creas que lo necesitas. Y si es un objeto o aparato que vas a usar muy pocas veces, ¿no sería más lógico que lo pidieras prestado? Y hay que dinamizar los mercadillos y tiendas de segunda mano, no seas pijo y acepta que hay muchas cosas usadas que son interesantes.

Hoy se empieza a mover una cierta economía colaborativa que puede ser una magnífica solución: alquilar, intercambiar, compartir, regalar…

Recuerda que tener el último modelo de lo que se te ocurra es un carrera que nunca vas a ganar. La industria siempre te va a tentar con algo nuevo y lo único que vas a conseguir es gastarte un montón de pasta.

~ por kalicom en 25 enero 2020.

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